La valoración de la situación económica influye significativamente sobre el voto. Incluso en contextos polarizados que refuerzan las lealtades partidistas y los sesgos cognitivos, la economía destaca como factor explicativo del comportamiento electoral. A su vez, para explicar la percepción de la situación económica es necesario atender a las actitudes políticas de los individuos. La dirección de la relación entre ambas variables es compleja y abre un amplio debate. Vale, pues, aquel lema que se popularizó tras la campaña a las elecciones presidenciales de Bill Clinton en 1992: “¡Es la economía, estúpido!” Ahora bien, no cabe olvidar que lo económico es político.
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