Nos hallamos ante el peligro de difuminar el espíritu como noción filosófica relevante para reducirlo a lo mental o la neurología. El espíritu es el ámbito en el que se juega el sentido de la vida y las posibles transformaciones del ser humano. Por eso es muy importante recuperar la auténtica dimensión de la experiencia humana que en una perspectiva biohermenéutica se comprende a partir de la intimidad y la humanización del cuerpo.
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