Barcelona, España
“Honor a quien honor merece”, fueron palabras del maestro, del gran cubano universal que encarnó José Martí, prócer de América, en la segunda mitad del siglo XIX. Y es honor, precisamente, el que se ha de rendir a Guadarrama González ante la consagración de la obra de toda una vida, un honor que, al honrar, ciertamente honra. Y es que para quienes nos formamos en la Universidad Central de Las Villas en Cuba –la alta casa de estudios a la que por excelencia ha consagrado su vida y de la que es hoy insigne profesor de mérito–, sabemos por experiencia propia que ya en aquellos difíciles años noventa del siglo pasado, años de redefiniciones y reajustes determinantes, Guadarrama encarnaba la figura del profesor prominente y a la vez cercano, el intelectual consecuente y orgánico, situado desde la tesitura de lo propio y alejado de las retóricas poco convincentes de la ortodoxia más retrógrada del DIAMAT, por entonces remanente.
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