El hombre de todos los tiempos ha llevado a cabo labores en pro del desarrollo de su comunidad y de sus habitantes. La educación constituye uno de los más representativos, como una actividad inserta en todos los campos de la vida, reflejo de los cambios sociales propios de la continuidad histórica y, al mismo tiempo, uno de los principales propulsores de sus transformaciones. Basada en la comprensión de esta realidad, la presente discusión pretende afirmarse en la opinión de que el hecho educativo como promotor real de cambios sociales positivos será posible si la sociedad en general mantiene una actitud abierta hacia el cambio, consciente del proceso permanente de formación del ser como unidad integral, de la complejidad del universo humano y de la enorme responsabilidad que entraña una labor cuyo corazón es la formación para una liberación en la cual hombres y mujeres sean capaces de asumirse como dueños de su propio destino.
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