A partir de un trabajo etnográfico en una comunidad educativa, este artículo sostiene que los grupos que componen el mundo asociativo alternativo son heterogéneos y están en permanente creación, sostenimiento y transformación de sus contornos, disputando y definiendo lo que son. La pertenencia es demostrada y construida como legítima en el intercambio con otros que desean igualmente intervenir en esos espacios, forjando de modo conjunto precarios acuerdos en torno a qué es lo común. Lejos de basarse en un conjunto de creencias, lo común está hecho de inestables acuerdos y constantes negociaciones. Esa complejidad de la experiencia asociativa alternativa se torna mejor descriptible a una escala de observación micro. Un conflicto durante la pandemia de covid-19 oficia en este artículo como laboratorio en el que se hizo posible seguir a los actores en sus propios términos, atendiendo a cómo fueron dirimiendo tensiones entre las divergentes reivindicaciones de autonomía, comunidad y cuidados.
Based on an ethnographic work within an educational community, this article argues that the groups that integrate the alternative associative networks are heterogeneous and are constantly creating, sustaining and transforming their boundaries, disputing and defining what they are. The sense of belonging is demonstrated and constructed as legitimate in the interchange with others who also want to intervene in those spaces, as consequence of precarious agreements around what the common is. Far from being based on a set of beliefs, the common is made of unstable agreements and constant negotiations. That complexity of alternative associative experience becomes better describable at a micro scale observation. A conflict during the covid-19 pandemic serves in this article as a laboratory in which it became possible to follow the actors on their own terms, looking at how they resolved tensions between their divergent claims of autonomy, community and care.
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