Tratar con pacientes con Trastornos de la Personalidad (TP) significa enfrentarse a lo que a menudo se denominan casos complejos. La complejidad de los casos deriva de diversas variables y en particular: el alto porcentaje de coocurrencias diagnósticas, la dificultad de los pacientes para reflexionar sobre sus propios estados mentales y los de los demás (es decir, dificultades metacognitivas) y la fuerte presión emocional que experimentan los terapeutas. Todo ello provoca dificultades en la construcción de la alianza terapéutica y altas tasas de abandono. Por estas razones, los terapeutas suelen necesitar supervisión, con un terapeuta más experimentado o incluso entre pares. Este artículo propone un modelo de supervisión estructurada según la Terapia Metacognitiva Interpersonal (TMI), que es un modelo de tratamiento para la TP basado en la evidencia.
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