En la tarde del 17 de septiembre, un dominico, el Padre Jordán secretario del Secretariado Vaticano para los no creyentes, y Jesús Ezquerra, director general de Asuntos Eclesiásticos en el Ministerio de Justicia, se reunían muy secretamente en la pequeña casa que los dominicos tienen en la calle Madre de Dios para dialogar sobre un asunto realmente vidrioso: el Vaticano quería sondear a los representantes del Gobierno sobre si estarían dispuestos a presentar otro candidato a la Embajada de España ante la Santa Sede distinto del propuesto en aquel momento.
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