La violencia mediática es hoy tan frecuente que cualquier atrocidad imposible de soportar en nuestra vida cotidiana se hace tolerable e incluso indiferente si llega a nosotros a través de los medios de comunicación. Esta aparente paradoja solo es concebible en una sociedad como la nuestra, una sociedad del espectáculo en la que apenas nada puede sorprendernos y, al mismo tiempo, cualquier sorpresa sólo puede llegar desde los medios. En ese tiovivo espectacular se inserta un nuevo terrorismo; nuevo no en cuanto a su origen, postrero y harto experimentado, sino en su forma de actuar, que aprovecha las oportunidades que le brinda la red mediática para rentabilizar al máximo sus acciones.
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