Un millón de muertos, cinco millones de refugiados -la tercera parte de la población total del país-, otros cinco millones de personas desplazadas de sus hogares, un número incalculable de heridos y mutilados, y centenares de torturados por los verdugos del KGB soviético. Éste es el espeluznante balance de seis años de guerra en Afganistán, ese territorio ignoto, paso obligatorio para las caravanas que recorrían la "ruta de la seda", que, según sus antiguos pobladores, "puede ser destruido, pero no conquistado".
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