En veinte días, los españoles se habrán gastado más de cincuenta mil millones de pesetas en cumplir los deseos de sus hijos. Con su carta a los Reyes habrán buscado modelos, marcas y novedades, aprendidos de memoria gracias a los anuncios de la tele. La sonrisa de los niños pagará con creces el vacío del bolsillo. La industria juguetera española respirará un año más, aunque la amenaza del descenso de la natalidad y de la entrada en la CEE haga peligrar sus balances.
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