Miguel Hernando de Larramendi Martínez, Laurence Thieux
La falta de respuestas a las expectativas de transformaciones sociales y económicas explica la continuidad y la expansión de las protestas en los márgenes periféricos de estados con una fuerte tradición centralista heredada del periodo colonial.
La prioridad acordada en Túnez al reequilibrio regional no ha ido acompañada de un aumento de las inversiones ni de la mejora de la situación económica.
En Argelia, los recursos procedentes de la renta energética permitieron al régimen comprar la paz social a través de una batería de medidas económicas.
La combinación del palo y la zanahoria como modo de gestión de la contestación social no puede ocultar, en Marruecos, el fracaso de un modelo de desarrollo incapaz de contrarrestar la persistencia de la pobreza y las desigualdades.
En las regiones ricas en recursos naturales, pero tradicionalmente marginadas, el sentimiento de injusticia impulsa reivindicaciones que reclaman que una parte de esa riqueza sea destinada al desarrollo local.
En otras regiones, este sentimiento de exclusión y marginación económica se ha visto reforzado como consecuencia del aumento de los controles de seguridad en las fronteras meridionales a causa del conflicto en Libia y de la creciente inestabilidad en el Sahel.
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