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Resumen de El ejército y el ejercicio del poder en Burkina Faso: Lecciones de la insurrección popular del 30-31 de octubre de 2014

Boureïma N. Ouedraogo

  • Una combinación de factores ha precipitado la caída del régimen:

    fracasos de sus programas políticos, codicia del clan presidencial, creciente sentimiento de indignación y exasperación entre la población, ambivalencia del Ejército y disensión dentro del partido presidencial.

    La perpetuación del Ejército a la cabeza del Estado en Burkina Faso no es el producto de una dominación directa sino más bien el resultado de un proceso de rutinización del carisma en el Ejército.

    Del 1966 al 1982, el Ejército consiguió mejor que los civiles identificarse con la nación. A pesar de las insuficiencias de estos regímenes militares, los males asociados al Estado depredador no habían llegado al nivel de alarma que alcanzarán con la época Compaoré cuando los asesinatos políticos se multiplican y se convierten en un método de gobierno.

    Blaise Compaoré ha sabido convertirse en un aliado preciado de Francia en el ámbito de la lucha contra el terrorismo en la región subsahariana.

    Tras el golpe de Estado de 1966, la sociedad civil burkinesa no ha dejado de consolidarse con la llegada ininterrumpida de nuevas oleadas de organizaciones.

    El ciudadano quiere en lo sucesivo participar efectiva y directamente en la gestión del poder y en la toma de decisiones. Buena parte de la opinión pública considera que, a pesar de la presencia de un civil a la cabeza del Estado y de otro a la cabeza del Consejo Nacional de la Transición, el régimen sigue siendo militar.

    Con la transición actual, es la cuarta vez que la incapacidad, el incumplimiento, la inmadurez o las disputas entre las élites civiles hacen el juego al Ejército.


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