En el Magnificat, uno de los tres cánticos del evangelio de Lucas -junto a los de Zacarías y Simeón- María nos ha dejado en herencia un pequeño compendio con mucha enjundia sobre los motivos para estar exultantes de alegría: por un lado, que el Señor se haya fijado en ella para ser la madre del Hijo, un hecho maravilloso para toda la humanidad; por otro, el modo de proceder de Dios apostando por los pequeños y escogiendo una vida semejante a la de ellos para sí. Esa elección de Dios nos revela al servicio de qué causa pone todo su poderío. Motivo más que suficiente para la gratitud.
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