Herbert Marcuse fue uno de los intelectuales más afamados del marxismo, en la segunda mitad del siglo XX. A ojos de los principales historiadores del marxismo, estaría vinculado a la escuela de Frankfurt, aunque no perteneciera a su núcleo duro (Anderson, 1986: 123). Pero no es menos cierto que estuvo en el Instituto de Investigación Social ubicado en dicha ciudad, y que, probablemente, llegó de la mano de Horkheimer. Asimismo, Marcuse fue crítico con la URSS. Sin embargo, al mismo tiempo asumió, junto con otros camaradas de esa época, que la revolución rusa, “cualesquiera que fueran sus deformaciones o barbaridades, representó la única ruptura verdadera con el orden capitalista” (ídem: 83). Por lo cual, merecía ser defendida. En buena medida este artículo explicará la razón de ello, siguiendo la senda marcada por el propio Marcuse.
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