Las personas constituyen el centro de gravedad de las organizaciones; no son únicamente los procesos o resultados económicos. La búsqueda de un propósito virtuoso, de carácter infinito es permanente, pero a la vez es complicado en una sociedad que se mueve a la “velocidad de la luz” por la convergencia de tecnologías. Entonces, la más importante “palanca” para que este sistema funcione es el liderazgo consciente; el que busca servir sin que, incluso, medie recompensa a cambio y con una visión de trabajo conjunto para conseguir las metas. Sin embargo, en la empresa existen “moldes inmutables” con poca posibilidad de cambio, que excluyen a las mujeres de integrar sus grandes cualidades para la búsqueda de la verdad y el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, razón de ser de cualquier modelo institucional. A pesar de que el 43% de los colaboradores en las organizaciones afirman que las mujeres líderes hacen un mejor trabajo que los hombres (5%) o que son más compasivas y empáticas (71% contra 50%), un 60% de ejecutivos encuestados en Norteamérica afirma que las mujeres tienen que demostrar más trabajo para probar que están a la altura de los hombres en posiciones estelares o que el 54% sufren directa discriminación de género. En Latinoamérica, apenas un 16% de mujeres en promedio están en posiciones de liderazgo empresarial (13% - 15% en Ecuador) frente al 42% de Noruega. Por lo tanto, la condición actual es tener mujeres cansadas, tristes, sobrepasadas y hartas de los mandatos o exigencias sociales. Además, se sabe que la innovación y adopción de tecnologías son parte del ADN de la cultura de las organizaciones (otro de los componentes críticos), y el panorama no es diferente: el 17% de las colaboradoras trabajando en ciencias, tecnología, ingeniería y matemática en Europa son mujeres, y solamente el 5% ocupan un puesto de liderazgo en funciones relacionadas con la tecnología. Visibilizar esta realidad con datos es un primer paso para poder determinar los sesgos de género que ocurren en las diversas instituciones; y así, lograr conseguir una superior competitividad con una mejor estrategia; por ejemplo, en Latinoamérica se calcula que el Producto Interno Bruto (PIB) aumentaría en un 34% si se incorporara masivamente a las mujeres en el mundo laboral, y para esto, se propone un modelo de cultura organizacional y decisiones estratégicas más inclusivo considerando las actuales brechas existentes
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