Las sociedades celtas de la Antigüedad priorizaron la palabra viva frente a la fija huella de la escritura, ya fuese para el pensamiento, las doctrinas religiosas o la transmisión de sus mitos. Así, dada la ausencia de cualquier testimonio literario directo referente a sus corpus míticos, a su religión, a sus creencias o a otras doctrinas espirituales, la producción artística es una fuente irremplazable para aproximarnos al sistema de pensamiento de los antiguos celtas, como eje de un sistema de comunicación verbal y visual. Frente a considerarlo como un arte «periférico» a las civilizaciones mediterráneas, su sistema iconográfico y su visualidad demuestran una permanencia y pervivencia en el espacio y en el tiempo, lo que evidencia que no estaríamos ante meras composiciones ornamentales, sino frente a verdaderas «fórmulas» que sintetizan conceptos sapienciales, religiosos y cosmogónicos.
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