Le sorprendo, de espaldas, en pie junto a su riquísima biblioteca, hojeando unos libros. La mano exquisita de Cristina Cañeque, su mujer, ha dispuesto sobre una mesilla café caliente en tazas de porcelana blanca (¡casi todo es blanco en el hogar de los Morodo!) y una botella de Oporto...
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