La pérdida inesperada de nuestro amigo Pablo Posada Varela el pasado doce de septiembre representa una tragedia a duras penas expresable. Escribir sobre algo o alguien implica un ejercicio de distancia; consiste, ante todo, en buscar, escoger y tomar una perspectiva (o varias, acaso unidas todas ellas en la concreción de un espectro, del espectro fenomenologizante, figura conceptual acuñada por Pablo). Si escribir se ha, que ocurra entonces desde la cercanía, que hoy más que nunca llega transverberada de desgarro, incredulidad y estupor.
The unexpected loss of our friend Pablo Posada Varela on September 12 represents a tragedy that can hardly be expressed. Writing about something or someone involves an exercise in distance; It consists, above all, in searching, choosing, and taking a perspective (or several, perhaps all of them united in the concretion of a spectrum, the phenomenologizing spectrum, a conceptual figure coined by Paul). If writing has happened, then let it happen from closeness, which today more than ever comes transverbed with heartbreak, disbelief and stupor.
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