No escapa a nadie la posición de desventaja de la que a priori parten las denominadas energías renovables frente a las fuentes de energía no renovables, lo que obedece a diversos factores, como la "evidencia" de la producción de las segundas, frente a la complejidad que el proceso productivo de las primeras presenta en ocasiones, o la propia inercia en la utilización de los modos de producir energía a partir de fuentes no renovables, lo que les convierte en la fuente energética "tradicional".
El vencimiento de esa desventaja es una necesidad que se basa en distintos factores, que constituyen las ventajas de la energía renovable. Por una parte, la materia prima utilizada para la producción tiene un coste escaso, cuando no nulo, pues, bien lo proporciona la naturaleza sin necesidad de ningún proceso de extracción ni de transformación ¿viento, cauces fluviales, luz solar¿, o bien está constituida por residuos de determinadas actividades humanas cuya única finalidad es la desaparición ¿lodos de depuradora, biomasa, residuos sólidos urbanos¿, lo que implica una reducción del coste de la energía ¿al margen de la complejidad y la tecnología propias del proceso productivo¿ y además introduce un factor de estabilidad en ese precio que es casi tan importante como la rebaja del mismo en sí. Por otra parte, en la mayor parte de las energías renovables la materia utilizada es inagotable, lo que excluye la necesidad de buscar fuentes de energía alternativas. Por último, el impacto que generan en el entorno ambiental es prácticamente nulo, o al menos más reducido que el provocado por las fuentes de energía de carácter no renovables ¿lo que constituye por sí mismo una razón de peso para optar por estas fuentes.
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