Según la International Diabetes Federation (IDF), la diabetes mellitus (DM) afectó mundialmente a 537 millones de adultos y la prediabetes (riesgo de desarrollar DM2) a otros 541 millones en 2021, causando la muerte de 6,7 millones de personas. En ese lapso consumió alrededor de USD 966 billones de dólares en gastos de control y tratamiento, monto incrementado alrededor del 316% en los últimos 15 años (IDF Diabetes Atlas 2021). Su magnitud da razón a la certera premonición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que la DM2 y su antecesor frecuente, la obesidad, serían la pandemia del siglo XXI.
Su diagnóstico tardío -frecuente en nuestra comunidad- facilita el desarrollo y progresión de sus complicaciones crónicas micro y macroangiopáticas que disminuyen marcadamente la calidad y cantidad de vida de quienes las padecen, y aumentan significativamente su costo de atención. Costo al que contribuye el acúmulo de gastos asociados a la producción/atención de eventos cardiovasculares consecutivos al diagnóstico tardío de la DM, especialmente su tipo 2. Igualmente la baja calidad de atención en la que no es ajena la prescripción tardía e inapropiada de la insulina por acuerdo tácito de la dupla médico-paciente.
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