La diabetes mellitus (DM) es la enfermedad de más rápido crecimiento en todo el mundo. Las estrategias de tratamiento existentes no han podido detener su curso progresivo y prevenir el desarrollo de complicaciones crónicas. Una explicación para estas deficiencias es que el diagnóstico de la DM se basa en la medición de un solo metabolito, la glucosa, pero la enfermedad es heterogénea con respecto a la presentación clínica y la progresión.
La distinción entre ambos tipos principales de DM se ha basado históricamente en la edad de inicio, el grado de pérdida de β función celular, el grado de resistencia a la insulina, la presencia de autoanticuerpos asociados a la DM y el requerimiento de tratamiento con insulina para la supervivencia. Sin embargo, ninguna de estas características distingue inequívocamente un tipo de DM del otro, ni explica todo el espectro de fenotipos. Así, los fenotipos de la DM1 y la DM2 son cada vez menos distintivos, con una prevalencia creciente de obesidad a una edad temprana, el reconocimiento de la proporción relativamente alta de casos incidentes de DM1 en la edad adulta y la aparición de DM2 en los jóvenes. Además, los desarrollos en genética molecular permitieron a los médicos identificar un número creciente de subtipos de DM.
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