En los últimos 30 años hemos sido testigos del vertiginoso crecimiento de la información y del conocimiento relacionados con la infección por el virus de papiloma humano (VPH).La razón de ello es la hoy clara asociación causal que existe entre ésta condición y múltiples tumores malignos, algunos de los cuales como el cáncer de cuello uterino, son problemas de salud pública, que han urgido la necesidad de encontrar soluciones.Y es que desde finales de la década de los 70 muchos grupos de investigación se dieron a la tarea incesante de estudiar el fenómeno de la infección, de la transmisión y los procesos de trasformación vinculados, desde diversos enfoques que incluyen las ciencias básicas, la epidemiología molecular y la epidemiología clínica. A finales de dicha década se identificó el genoma viral en tejido proveniente de muestras de carcinomas cervicales, la clonación del virus y su vinculación con una gran familia de virus epiteliotrópicos y la interpretación de los mecanismos de trasformación. Todo ello se complementó en la década de los 80 con los resultados de los primeros estudios de casos y controles que mostraron una fuerza de asociación que no dejaba ninguna duda acerca de la relación entre VPH y el cáncer de cuello uterino y se clasificó como un virus con capacidad oncogénica.1-3 En la década de los 90, los estudios de cohorte confirmaron los resultados y dieron aún más peso a la evidencia. Uno de ellos fue conducido en el Instituto Nacional de Cancerología en Bogotá y es uno de los estudios de referencia a nivel mundial. Este nuevo siglo se inaugura con el desarrollo de las vacunas preventivas,8 que no solo constituyen la prueba inequívoca de la asociación causal, sino que nos llenan de esperanza hacia el futuro.
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