El artículo expone un doble desafío en nuestras sociedades actuales: el envejecimiento y la pérdida de cohesión. Y propone el enfoque de la solidaridad intergeneracional como respuesta útil y fecunda. Pues dicho enfoque ayuda a poner en juego los diferentes carismas de las generaciones afectadas. Se expone también lo que la Iglesia puede aportar a estos desafíos: su dimensión comunitaria, reforzada por la sinodalidad.
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