Cerca de la ciudad de Frontera, en Tabasco, aún se encuentra la pequeña —y alguna vez tranquila— comunidad El Bosque. La crisis climática impuso en este sitio una sentencia lenta. En uno de sus costados tiene al río Grijalva y del otro se escucha el rumor del mar. Al llegar nos recibieron la antigua cooperativa de pescadores y algunas casas con gallinas en los traspatios. El paisaje del año pasado ya anticipaba la distopía climática por venir. Al costado de la carretera que conduce al pueblo, una habitación, anclada en medio del agua, se asoma en la superficie. A la carretera le falta un pedazo en forma de mordida; fue el primero en ceder a la erosión.
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