Hasta ahora hemos visto que a lo largo de esta primavera, el mundo occidental se encamina, con todos los altibajos y sustos que se quieran, hacia la prosperidad. Incluso esta marcha queda clara en medio de los complejos procesos de ajuste que se derivaron de la reestructuración del Sistema Monetario Europeo (SME) a la que, nos gustase o no, ha tenido que unirse la peseta.
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