Su desconcierto es si él puede pensarla y quererla tanto como ella le piensa y le quiere a él. Y si alguien le asegurase que sí, ¡ah!, no sólo desaparecería el desconcierto; también se diluiría su infinita tristeza. Me espera en pie. Enlutada y serenísima. Negro el vestido, negros los ojos. Y una luz en la mirada que, como a los iconos pintados sobre oro, le sale de dentro-fuera. Es la viuda de Enrique Tierno. Siete meses..., y ya ha forjado temple de viuda...
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados