Pasa con algunos enteógenos que, de cuando en cuando, permiten discernir a la perfección lo esencialmente importante de lo superfluo, hasta tal punto que ciertos problemas que se apoderan de nosotros durante meses se esfuman frente a una sencilla explicación, una o muchas inefables certidumbres que evidencian lo que es realmente importante para lo que somos o para lo que queremos ser. Esta clarividente sensación, aunque considerablemente menos intensa, puede asentarse en uno mismo para quedarse de forma permanente, mucho más allá de los efectos inmediatos que nos proporciona la sustancia vegetal, recordándonos que nuestro discurrir interno no siempre está en lo cierto cuando le dedica tiempo y energía a según qué cuestiones.
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