El acoso en el espacio público —en la calle, en el transporte público o en los espacios de ocio— es una realidad cotidiana para una parte importante de mujeres en Bélgica (y en el resto del mundo). Según los datos de una encuesta publicada el pasado mes de diciembre, una de cada tres es víctima de acoso callejero con regularidad, y el 83% declara haberlo sufrido en alguna ocasión, siendo aquellas de menos de 34 años el grupo más afectado.
Desde silbidos hasta tocamientos no consentidos, pasando por miradas insistentes o lascivas, insinuaciones inapropiadas, seguimientos, comentarios sobre la apariencia o insultos, existen toda una serie de comportamientos frecuentes que suponen un verdadero problema social de sexismo ordinario. El espacio público es, por tanto, el teatro de ataques cotidianos hacia las mujeres, cuyos autores son esencialmente hombres.
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