En 1975, yo era un comunista marxista-leninista. Pero en 1976 la editorial Icaria publicó Tentativas para poner a Lenin sobre los pies, de Rudi Dutschke. Lo leí. Fue una quiebra total. Dutschke sostenía —señalando siempre la obra de Lenin— que los actos del ¿Qué hacer? eran los mismos que posibilitaron el nacimiento del estalinismo. La argumentación de Dutschke era irrefutable. Esto hizo que hubiera dos formas de comunismo absolutamente contradictorias: un comunismo marxista-leninista y, a la vez, un comunismo con el apoyo de Marx, pero no el de Lenin. Paco Fernández Buey y Manolo Sacristán emprendieron su definición de marxistas o de comunistas. Yo no pude. Mis años leninistas habían aferrado en mis convicciones mucho más de lo que podía suponerse. He sido siempre un comunista demediado. Con dolor por aquello en que se había convertido el leninismo.
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