Varias semanas antes nos encontramos en una recepción. Felipe González estaba encerrado en su laboratorio, fabricando en secretísimo su Gobierno-in-vitro. Le pregunté a Múgica si creía que esta vez, el-dedo-de-oro-que-hace-ministros tocaría su frente. Se echó a reír. Se puso serio. Se rascó la sien. Se quedó pensando, no en si sería o no sería ministro, sino en qué debía contestarme. Al fin se arrancó.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados