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Mitos y realidades sobre la aplicación de corticoides en pacientes con diagnóstico de COVID-19

  • Autores: Arainé Santalla Corrales
  • Localización: Revista científica estudiantil 2 de Diciembre, ISSN-e 2788-6786, Vol. 5, Nº. 1, 2022 (Ejemplar dedicado a: ENERO - MARZO; e245)
  • Idioma: español
  • Títulos paralelos:
    • Myths and facts about the application of corticosteroids in patients diagnosed with COVID-19
  • Enlaces
  • Resumen
    • español

      La pandemia causada por el SARS-CoV-2 (Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus 2), agente causal de la COVID-19, lleva más de un año extendiéndose alrededor del mundo. Fisiopatológicamente, el virus infecta las células del huésped al reconocer la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2), la cual está presente en distintos tejidos y órganos como pulmón, corazón, vasos sanguíneos, riñones e intestinos; razón por la cual, una persona infectada con COVID-19, puede presentar afectaciones en cualquiera de estos órganos, aunque, la mayoría de las veces, la infección grave se relaciona con daños a nivel del epitelio pulmonar (1).El COVID-19 ha ocasionado la muerte a millones de personas, mientras otras tantas han sido contagiadas desarrollando desde infecciones asintomáticas hasta formas de manifestación grave o crítica. Los pacientes que han padecido la enfermedad, sobre todo sus formas más graves, en muchas ocasiones presentan secuelas a corto y mediano plazos, las cuales forman parte del denominado síndrome post-COVID-19.Ante esta situación, ha comenzado en todo el mundo una carrera en busca de un tratamiento eficaz para combatir la infección y una vacuna que impida el contagio. Por ello muchos centros asistenciales han comenzado estudios y pruebas con diferentes fármacos, algunos con más éxito que otros, lo que, sumado a la gran mediatización y cobertura que se le da a la situación sanitaria mundial, ha llevado a crear ciertos mitos sobre la eficacia de algunos compuestos en el tratamiento del virus y sus manifestaciones, tal es el caso de fármacos como la hidroxicloroquina, la ivermectina y los corticoides, los cuales han sido los más prometedores hasta el momento.El empleo de corticoides, como antiinflamatorios sistémicos, en pacientes con COVID-19 se justifica por el incremento de los marcadores de inflamación que se producen durante la enfermedad, lo que se relaciona con un peor pronóstico y mayores probabilidades de desarrollar un síndrome de dificultad respiratoria aguda, que en ocasiones resulta mortal (2).Entre los ensayos clínicos que evalúan la efectividad de los corticoides y más específicamente, de la dexametasona, en el tratamiento de la COVID-19, RECOVERY ha sido el más prometedor, pues evaluó los efectos que ocasiona la administración de 6 mg de dexametasona una vez al día (por vía oral o intravenosa) durante un máximo de 10 días en 6425 pacientes hospitalizados por infección sintomática por COVID-19, en el Reino Unido. En el momento de la aleatorización, el 16 % recibía ventilación mecánica invasiva u oxigenación con membrana extracorpórea; el 60 % recibía solamente oxígeno y el 24 % no recibía ninguna de las dos cosas (3).Al analizar los resultados, los expertos sugerían que la efectividad relativa de los corticosteroides sistémicos variaban proporcionalmente en función del nivel de apoyo respiratorio recibido en el momento de la aleatorización (3).En un meta-análisis coordinado por la Organización  Mundial de la Salud (OMS), analizando datos del subgrupo de pacientes con ventilación mecánica del ensayo RECOVERY junto con los datos de otros seis ensayos clínicos que han incluido pacientes críticos de COVID-19, se logró concluir que el tratamiento con corticosteroides sistémicos, en pacientes en estado crítico, en comparación con la ausencia de tratamiento con corticoides, probablemente reduce el riesgo de mortalidad a 28 días, resultados semejantes a los mostrados por el subgrupo de pacientes con COVID-19 grave que no están en situación crítica (2,3).Por su parte, para el grupo de pacientes con COVID-19 no grave, los corticosteroides sistémicos pueden aumentar el riesgo de mortalidad a 28 días, según resultados preliminares (3).Los datos sobre la eficacia de otros corticoides, diferentes a la dexametasona, se limitan a ensayos pequeños, varios de los cuales fue necesario interrumpirlos antes de tiempo. Sin embargo, otros corticoides se han propuesto como alternativa terapéutica a dosis equivalentes en caso de que la dexametasona no esté disponible o se presente intolerancia e hipersensibilidad a la misma (4).Aunque los estudios sobre el empleo de corticoides en el tratamiento de la COVID-19 en pacientes graves y críticos son prometedores, la mayoría de ellos se ha visto influenciado por el estudio RECOVERY de Reino Unido, y otros se limitan solo al uso de la dexametasona, por lo que dan cabida a interrogantes respecto a la posibilidad de empleo y eficacia de otros fármacos pertenecientes a este grupo, además de que todos son relativamente recientes por lo que no se han podido determinar aspectos como: duración del tratamiento, efectos adversos a corto y largo plazo y efecto sobre las secuelas que deja la infección por SARS-CoV-2.A pesar de esto, las redes sociales se han visto inundadas de falsa información que asegura la existencia de un tratamiento para la COVID-19 basados en estudios de dudosa procedencia o que aún no cuentan con la evidencia suficiente para llegar a conclusiones.Por ello es necesario hacer un llamado al personal de salud a no guiar las decisiones terapéuticas por datos anecdóticos y prejuicios y guiarse solamente por los datos publicados en fuentes oficiales para la divulgación médica, cumpliendo con las normas de buenas prácticas médicas y el desarrollo de medicina basada en evidencia.

    • English

      The pandemic caused by SARS-CoV-2 (Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus 2), the causative agent of COVID-19, has been spreading around the world for more than a year.Pathophysiologically, the virus infects host cells by recognizing the angiotensin converting enzyme 2 (ACE2), which is present in different tissues and organs such as lung, heart, blood vessels, kidneys and intestines; for this reason, a person infected with COVID-19 can present affectations in any of these organs, although, most of the time, severe infection is related to damage at the pulmonary epithelium level (1).COVID-19 has caused the death of millions of people, while many others have been infected, developing from asymptomatic infections to severe or critical manifestations. Patients who have suffered from the disease, especially in its most severe forms, often present short- and medium-term sequelae, which are part of the so-called post-COVID-19 syndrome.In view of this situation, a race has begun around the world in search of an effective treatment to combat the infection and a vaccine to prevent contagion. Therefore, many healthcare centers have begun studies and tests with different drugs, some with more success than others, which, added to the great media coverage of the world health situation, has led to the creation of certain myths about the efficacy of some compounds in the treatment of the virus and its manifestations, such as hydroxychloroquine, ivermectin and corticoids, which have been the most promising so far.The use of corticosteroids, as systemic anti-inflammatory drugs, in patients with COVID-19 is justified by the increase in markers of inflammation that occur during the disease, which is related to a worse prognosis and a greater likelihood of developing acute respiratory distress syndrome, which sometimes proves fatal (2).Among the clinical trials evaluating the effectiveness of corticosteroids and more specifically, dexamethasone, in the treatment of COVID-19, RECOVERY has been the most promising, as it evaluated the effects caused by the administration of 6 mg of dexamethasone once daily (orally or intravenously) for up to 10 days in 6425 patients hospitalized for symptomatic COVID-19 infection, in the United Kingdom. At the time of randomization, 16% were receiving invasive mechanical ventilation or extracorporeal membrane oxygenation; 60% were receiving oxygen only and 24% were receiving neither (3).In analyzing the results, experts suggested that the relative effectiveness of systemic corticosteroids varied proportionally depending on the level of respiratory support received at the time of randomization (3).In a meta-analysis coordinated by the World Health Organization (WHO), analyzing data from the subgroup of mechanically ventilated patients in the RECOVERY trial together with data from six other clinical trials that have included critically ill patients from COVID-19, it was concluded that systemic corticosteroid therapy, in critically ill patients, compared to no corticosteroid treatment, probably reduces the risk of 28-day mortality, results similar to those shown for the subgroup of non-critically ill severe COVID-19 patients (2,3). For the group of patients with non-critical COVID-19, systemic corticosteroids may increase the risk of 28-day mortality, according to preliminary results (3).Data on the efficacy of corticosteroids other than dexamethasone are limited to small trials, several of which had to be stopped early. However, other corticosteroids have been proposed as therapeutic alternatives at equivalent doses in case dexamethasone is not available or intolerance and hypersensitivity to dexamethasone occurs (4).Although the studies on the use of corticosteroids in the treatment of COVID-19 in severe and critical patients are promising, most of them have been influenced by the RECOVERY study in the United Kingdom, and others are limited only to the use of dexamethasone, which raises questions regarding the possibility of use and efficacy of other drugs belonging to this group, in addition to the fact that they are all relatively recent, so it has not been possible to determine aspects such as: duration of treatment, short- and long-term adverse effects and effect on the sequelae left by SARS-CoV-2 infection.Despite this, social networks have been flooded with false information that assures the existence of a treatment for COVID-19 based on studies of dubious origin or that do not yet have sufficient evidence to reach a conclusion.It is therefore necessary to call on health personnel not to guide therapeutic decisions by anecdotal data and biases and to be guided only by data published in official sources for medical dissemination, complying with the standards of good medical practice and the development of evidence-based medicine.


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