Atestado el salón de actos, la gente escucha el mitin de pie en los pasillos y escaleras de una antigua casona-castillo de Azpeitia. Ya es de noche. En el estrado, Carlos Garaicoechea habla en euskera. Él y su mujer, Sagrario Mina, decidieron aprenderlo hace ya tiempo, durante el franquismo, en una improvisada escuela clandestina, allá en Pamplona. De pronto interrumpe el discurso y continúa en castellano...
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