En el último tramo de su libro, el rey Jaime I dedica una decena de capítulos a la única empresa militar fracasada de su vida. Se trata de la cruzada a Tierra Santa contra el sultanato mameluco de Egipto a la que partió con su flota desde Barcelona en septiembre de 1269. Apenas una semana después, tras un horrible temporal que la crónica describe minuciosamente, Jaime desembarcó como pudo en el puerto occitano de Agde y, creyendo que Dios no aprobaba su propósito, anunció la cancelación del viaje.
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