A principios de 1366 estallaba en Castilla la guerra civil que conduciría finalmente al trono a Enrique II de Trastámara. Pese a los sucesivos intentos de atracción por ambos contendientes, Carlos II de Navarra consiguió mantenerse al margen del conflicto; un conflicto de complejos intereses que, sin embargo, iba a salpicar indirectamente al pequeño reino pirenaico.
De ello se encargaron las tropas mercenarias que, contratadas al otro lado del Pirineo, intervinieron en la contienda, primero al lado del pretendiente y después en el bando anglo-petrista. A través de los ricos fondos del Archivo General de Navarra se 'ha tratado de reconstruir los estragos provocados en suelo navarro por estas terribles Compañías que -se insiste una y otra vez en la documentación- «gastaban y destruían todo por donde pasaban». Muy pocas zonas del reino se vieron libres de tan maléfica plaga. Sobre los atropellos perpetrados, y también sobre la consiguiente política de gracias y privilegios reales, se hallará exhaustiva información en las páginas del presente trabajo.
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