Una de las cosas que con más orgullo mencionan las instancias ambientales gubernamentales de Colombia es la riqueza biológica de nuestro país, usando a menudo la palabra “Megadiversidad”. De una u otra forma es cierto: en número de taxones de grupos conspicuos como plantas, anfibios o mariposas Colombia posee una riqueza única, fruto de una larga historia y complejos paisajes y ecosistemas. Lo que el mismo estado colombiano no dice, o no sabe, es que ha creado una maraña de regulaciones y trámites que se han convertido en serios obstáculos para que sus investigadores, muchos de ellos financiados por el propio estado, no puedan explorar, descubrir y finalmente proteger dicha riqueza, tan amenazada y vulnerable.
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