Allí donde se adentra entre las costas de Grecia y Turquía, el Mediterráneo, "nuestro mar", cambia de nombre para llamarse Egeo, pero no de color pues sus aguas siguen siendo del mismo azul profundo y seductor, con los mismos reflejos de plata y oro arrancados por un sol que luce más de trescientos días al año. La península de Anatolia ofrece dos de sus costados a estos dos mares que, en realidad, son el mismo.
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