Un 50 por 100 de suerte y un porcentaje similar de celo policial han permitido atajar lo que parecía un delito perfecto: el robo de billetes en la mismísima Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, cometido por uno de los empleados de máxima confianza de la institución. Antes de que el asunto fuese descubierto, el empleado había burlado a los sistemas de seguridad más de cien millones de pesetas.
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