Como ya señalara Samuel G. Armistead en 1971 en el Primer Coloquio Internacional sobre el Romancero, para editar las versiones de romances tradicionales que han pervivido en América, además de realizar encuestas sistemáticas en las áreas no exploradas, es obligado rastrear en publicaciones locales de difusión restringida las muchas versiones de romances que se han publicado de modo disperso. La edición de las mismas resulta especialmente problemática por esto último, por la localización de la fuente de edición primigenia. Con frecuencia se ha recurrido a publicaciones más accesibles que reprodujeron las versiones prístinas, sin reparar en los yerros que esas reproducciones posteriores contenían, contribuyendo los sucesivos editores a establecer esos textos espurios como si fueran los auténticos. Los errores en la edición de los diversos romanceros cubanos publicados hasta la fecha, o los que atañen a la bibliografía de las obras que contienen romances tradicionales ecuatorianos, resultan esclarecedores al respecto y pueden servir de modelo para todo aquello que no se debería hacer en ediciones romancísticas futuras.
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