Un hombre bueno. Podría decir sólo eso y habría dibujado con tres palabras la médula de José María Álvarez del Manzano. Pero esa bonhomía, que en él es claridad y limpieza, tiene una honda raíz credencial de la que los frutos políticos no se desnaturalizan: es un cristiano a carta cabal; y desde esa fe y desde esa moral ha construido toda su vida, privada y pública, todo su pensamiento y toda su acción política. Así pues, matizo y subrayo: es un cristiano... con todas sus consecuencias...
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