Al final resultó que, ni al negrito lo habían echado del poblado, ni había sobrevivido, como un pequeño tarzán ciego, al sacrificio de las fieras de la selva. La historia de Mwanga -quien prefiere que le llamen con su nombre cristiano de Charles- sigue siendo una historia preciosa y casi irreal, cuya única forma de averiguar era la de hablar con él en su misma lengua. Y eso es lo que hicimos. Viajamos a Oviedo y llevamos un intérprete de swahili. Así descubrimos la verdad. Una verdad que, como tantas veces, desafía a la imaginación.
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