El aborigen americano, el verdadero habitante de nuestro continente, ocupa una posición paradójica de la que salen varias aristas. Por un lado, tiene el privilegio de ser el primer poblador de nuestro territorio y aquel de cuya mezcla con el español salió el mestizaje que caracteriza nuestra raza y nuestra cultura. Por otra parte, ha sido vilipendiado por quines conquistaron América y su civilización prácticamente aplastada por la venida del europeo con muchos siglos de judeo-cristianismo encima.
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