Los imperios atraen o asustan, como poder superior y mediador o como fuerza expansionista y dominante. Una palabra, un concepto y un ideal político y geopolítico que, con distintos nombres y expresiones, ha cruzado y cruzará la historia de la humanidad, generando adeptos o provocando sublevaciones. Del césar indiscutible al que imitar a la plutocracia que influye decisivamente no siempre en las sombras. Así se pude hablar del imperio como como forma política suprema ordenadora, para bien o para mal en un tiempo y un lugar, desde su origen en tiempos romanos hasta su evolución como investidura real o simbólica, y como forma metapolítica que explica la potencia desatada por pueblos y elites que, entre la invasión y el acuerdo, se convierte en la majestad superior a la que obedecer, a la que recurrir o contra la que luchar en el espacio vital donde surge y donde se expande. Este es, pues, un ensayo histórico sobre una idea crucial, ahora y siempre, para entender creencias y actos que fundamentaron y legitimaron la aspiración al dominio del mundo, en el gran espacio soñado o al alcance.
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