Algunos editores de publicaciones científicas aprovechan su relevancia para enriquecerse, en detrimento de las universidades y los laboratorios. Los excesos erosionan la confianza en la investigación y en la ciencia. Algunas empresas producen artículos falsos y ofrecen a los científicos la posibilidad de figurar como autores. Varios gobiernos han comenzado a exigir criterios más rigurosos para evaluar la calidad de las publicaciones.
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