Cuenta Raúl del Pozo, enviado especial a la noche mediterránea del fuego, que allí, en Valencia, se vendía la pólvora a granel como en el far-west se vendían los rifles. La hoguera en que se queman los ninots ilumina todo el Mediterráneo hasta Creta, y los petardos se oyen por lo menos en Corfú y en Cartago. Arden el arte de taller y la ironía del pueblo, que están hechos, como todo lo vivo, para ser ceniza y polvo, quizá ceniza con sentido y polvo enamorado.
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