Provocadas en gran parte por la competencia desleal de los cereales ucranianos, las movilizaciones de los agricultores de la Unión Europea se han traducido en una renuncia a cualquier ambición ecológica. Las autoridades de los países productores y la agroindustria han tergiversado la cólera de los agricultores para evitar abordar los verdaderos problemas que plantean la disparidad de ingresos, las condiciones de trabajo y el libre comercio.
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