En agosto de 1982, México comunicó oficialmente que le resultaba imposible atender al pago de intereses y devolución de amortizaciones de la deuda exterior. La conmoción financiera mundial fue enorme. Se llegó a pensar en la posibilidad de un "efecto dominó", esto es, de una caída sucesiva de instituciones financieras de los países más ricos, justo en el momento en que parecía comenzar a diluirse el "segundo choque petrolífero", de 1979.
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