A principios de los años setenta, las capas más desahuciadas de los barrios populares de Nueva York -Harlem y el Bronx- comenzaron a expresar su desarraigo y su descontento cubriendo los muros, especialmente los del Metro, con signos de extraña grafía y significado incierto. Los "graffitis", que empezaron como un medio para protestar contra la exclusión y la indiferencia de los privilegiados, han llegado a los museos más importantes del mundo y se codean con los artistas consagrados.
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