La arqueología viene demostrando, año tras año, cómo el vacceo constituye uno de los pueblos del centro peninsular con más personalidad. Constructores de grandes urbes bien planificadas y políticamente autónomas, en las que las élites aristocráticas gobernantes tenían un fuerte componente guerrero; practicantes de una agricultura de base cerealista muy excedentaria; poseedores de una importante cabaña ganadera; hábiles artesanos, entre los que destacaban los alfareros, así como los herreros, broncistas y orfebres; y bien relacionados comercialmente con los pueblos que, de su misma filiación celta, tenían a su alrededor, la vaccea fue una sociedad muy jerarquizada que hacía uso de la cremación como rito funerario normativo para desprenderse de los muertos.
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