Tras ser uno de los autores intelectuales de la eliminación de varios miles de seres humanos y de desastres naturales y malformaciones durante muchas generaciones en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki a finales de la segunda guerra europea, mal llamada mundial, las malas lenguas aseguran que Albert Einstein lamentaba en su lecho de muerte el peor error de su vida: formar parte de la creación de la bomba atómica norteamericana. Unos años antes, el 2 de agosto de 1939, Albert Einstein, conjuntamente con sus compañeros físicos Leo Szilard, Edward Teller y Eugene Wigner le escribía una carta al presidente norteamericano Franklin Roosevelt.
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