Sólo faltaban 20 minutos para que diera comienzo el España-Luxemburgo y los 70 diputados gallegos estaban locos por colocarse enfrente del televisor. En el hemiciclo se había agotado la emoción. Fernández Albor consumió la poca que quedaba en la despensa de Fonseca durante su mejor discurso parlamentario de los últimos años. Sus lágrimas -ensayadas o no- encendieron, al final, un súbito destello de mala conciencia en los bancos de la oposición...
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